Usted puede ayudarme

Usted puede ayudarme

Domingo 1 de enero de 1989

Esta es la historia de Juan, una que escribí desde el fondo de mi corazón. 

Soy Juan, uno de tantos, tengo 10 años, vivo en el suburbio en una casa encima del estero, tengo 8 hermanos y ninguno conocemos a nuestros padres; soy el segundo hijo y cuido al resto de mis hermanos mientras mi madre trabaja. Soy el encargado de preparar -cuando se puede- la única comida del día para mis hermanos, esto es, el pescado que saco del estero contaminado, pero ello no lo conoce nuestro estómago. ¡Claro! El organismo de mi hermano Lucho no resistió y murió de desnutrición la semana pasada; y mi hermana Cristina, la pobre tiene 2 años y pesa 4 kilos, tiene boca pero olvidó cómo usarla por falta de practica ¡Cómo envidio a aquellos niños que tienen todos los días una comida caliente! ¡Cómo sueño en ser grande y convertirme en panadero para que a mi familia no le falte el pan! Pero mi mayor tristeza es ver cómo mi madre llora de impotencia al saber que tengo a uno de mis hermanos internado en terapia intensiva de un hospital aquejado por una gravísima enfermedad. Cómo quisiera ser mago para poder darle S/. 2000, que mi madre requiere para salvar la vida de José; pero por desgracia, no soy mago y mi madre es una mujer extremadamente pobre que tiene que ver cómo sus hijos se le mueren en su presencia y ante la impotencia de los médicos por la falta de recursos. He oído decir que en los hospitales suministran remedios, pero mi madre dice que son genéricos y que José necesita especialidades.

También he oído decir que en la ciudad, a la que voy muy poco por el alto costo de los pasajes (y porque a los 10 años tengo múltiples ocupaciones), hay señoras muy guapas que usan vestidos con cuyo precio yo podría pagar toda la enfermedad de mi hermano, que conducen automóviles muy modernos y caros y que tienen sólo 2 o 3 niños que les compran dulces y ricos helados. He oído también decir a la vecina de al lado que se arreglan el pelo una semana y que gastan ¡Dios mío! S/. 5000, sólo en su pelo, y que los niños tienen una cama para cada uno y que no sufren por el calor ni por los mosquitos gracias a un aparato que da frío y que si se caen de la cama no se ahogan porque, en vez de caer en las podridas aguas del Estero Salado, caen sobre una preciosa alfombra; y también he oído decir que tienen un papá que los consuelan cuando se asustan, un padre que el día trabaja en una gran empresa y que en la noche llega a casa a dar un beso a toda la familia y a dar su apoyo. También he oído decir que cuando estos niños se enferman van a grandes clínicas particulares y que tienen cuartos y enfermeras para ellos solos, y que cuando sus padres no se sienten contentos con esto (en algunos casos), llaman grandes aviones ambulancias para llevarlos al exterior. Cuando pienso en todo esto, me maravillo y digo ¡Cuánta suerte!

Juro por Dios que al decir todo esto no deseo hacer sentir culpables a estas personas por tener lo que tienen, pues convencido estoy que llegar donde están, su buen esfuerzo les habrá costado.

Hago un llamado a estas personas de buen corazón y que muchas veces ayudan a los menos afortunados y que otras veces, por sus múltiples ocupaciones, a veces olvidan que con lo que para ellas es un granito de arena, mi madre podría salvar la vida de mi hermano. Si usted quiere ayudar a niños como nosotros y no sabe como hacerlo, por favor comuníquese con la Fundación María Gracia del Milagro, que se creo con el fin de ayudar a los niños desamparados en estado crítico como nosotros. Ciudadela Urdesa, Calle Primera N° 405 y Dátiles, Dpto. 4. Teléfonos 386551-388008.