Tania Tinoco
En mis primeros años de reportera, avanzados los 80, una fundación irrumpió en la siempre solidaria Guayaquil. Llevaba el nombre de una niña, Maria Gracia, cuya vida era simplemente un milagro.
Sus padres lo habían entregado todo por ella: Su tiempo, su energía, sus recursos económicos… Eran momentos tan duros en los que sin embargo prendió una chispa divina llamada solidaridad.
La madre de María Gracia, velando su respiración en las madrugadas, en las salas de cuidados intensivos , advirtió como otros àngeles como la suya podían marcharse por la falta de un medicamento, una inyección, un suero con costos relativamente insignificantes, y decidió entonces emprender una cruzada de vida, creando una Fundación para niños asilados en los hospitales. La Fundación Maria Gracia del Milagro.
Así la conocí y pude ver el milagro de la vida que puede emerger de la enfermedad cuando obran personas maravillosas, sin mediar simpatías, intereses, afinidades políticas o sociales.
Más de 30 años después, en mi oficio incesante de periodista, doy fé que la Fundación Maria Gracia del Milagro sigue favoreciendo a pequeños ángeles en los hospitales.
Mi reconocimiento y gratitud para tí Pepita de Zevallos, por personificar el Espíritu de esa fundación a la que bautizaste como a tu hija, un ángel que te sonríe desde el cielo.